ISEM4RIGHTS: Derechos Humanos en Salud Mental. Lo que sabemos (y lo que aún no aplicamos).

Voces desde la práctica profesional

En el ámbito de la salud mental, garantizar los derechos humanos no es una opción: es una necesidad. Porque cuando una persona accede a un recurso asistencial, su dignidad no debería quedarse en la puerta. Y sin embargo, esto sigue ocurriendo con demasiada frecuencia.

Con esta premisa nace ISEM4RIGHTS, una iniciativa que busca prevenir las vulneraciones de derechos humanos en los servicios de atención a personas con problemas de salud mental. Este programa es posible gracias al apoyo del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, en el marco de la asignación tributaria del IRPF y del Impuesto sobre Sociedades.

Escuchar la práctica para transformar la teoría

En marzo, ISEM4RIGHTS organizó un focus group con profesionales de distintas entidades de la Red ISEM:

El objetivo era claro: identificar, desde la experiencia directa, qué derechos siguen siendo vulnerados, cuáles no se reconocen como tales, y qué obstáculos impiden que el enfoque de derechos humanos se traduzca en una práctica cotidiana.

Participaron 23 profesionales con amplia trayectoria en atención psicosocial. Lo que compartieron fue mucho más que información: fueron vivencias, dilemas, contradicciones y aprendizajes. Un retrato colectivo de cómo la teoría se encuentra, o choca, con la realidad.

Lo que sabemos, lo que intuimos, lo que aún no aplicamos

Al preguntarles qué entienden por “derechos humanos en salud mental”, las respuestas coincidieron en aspectos fundamentales: el derecho a ser escuchado, a decidir sobre el propio tratamiento, a no ser infantilizado, a vivir con autonomía, relaciones, trabajo y libertad.

Pero también emergieron contradicciones. Muchos reconocieron que, aunque estos principios están presentes en su discurso profesional, no siempre se aplican con coherencia. “A veces se vulneran derechos sin mala intención, simplemente por desconocimiento”, confesó una participante.

La autocrítica fue constante. En una escala del 1 al 5, el conocimiento medio sobre derechos humanos en salud mental fue de 3,13: una base sólida, pero no especializada. Esto revela una necesidad urgente de reforzar la formación práctica.

El enfoque de derechos humanos: más que una buena intención

El término “enfoque de derechos humanos” fue otro eje del debate. Para muchos, sigue siendo una noción abstracta. Algunos nunca habían oído hablar de él; otros lo asociaban con una forma “más humana” de intervenir. Solo una minoría lo vinculó directamente con la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD).

Más del 78% de los participantes reconoció conocerla solo parcialmente o no conocerla en absoluto. Esta convención, aprobada en 2006, establece que todas las personas —incluidas aquellas con discapacidad psicosocial— tienen derecho a decidir sobre sus vidas, participar en la comunidad y recibir apoyos en lugar de ser sustituidas.

Sin embargo, el sistema aún arrastra prácticas del pasado: ingresos involuntarios, curatelas impuestas, sobre medicación, falta de información, estigmas. Una frase lo resumió con inquietud: “Seguimos con la cronificación y la institucionalización. Falta comunidad.”

Entre la ley y la vida real

La Ley 8/2021, que reforma la legislación civil y procesal para asegurar apoyos en el ejercicio de la capacidad jurídica, fue mencionada por casi la mitad del grupo. Pero al profundizar, quedó claro que su aplicación práctica es limitada. Aunque la ley sustituye las antiguas tutelas por apoyos voluntarios, en la práctica las curatelas siguen funcionando de forma representativa, no participativa.

“Falta formación. Falta tiempo. Y sobre todo, falta una cultura institucional que crea de verdad en la autonomía”, expresó uno de los profesionales. Porque sin formación, no hay cambio. Sin conciencia, no hay derechos. Y sin voluntad de escucha, la buena intención no basta.

Decidir con, no por

Uno de los momentos más potentes del encuentro fue la reflexión sobre la toma de decisiones compartidas. Todos los participantes coincidieron en que, cuando se da voz a la persona usuaria y se la acompaña en su proceso, la relación terapéutica mejora. Se habló de confianza, empoderamiento y compromiso real. “Cuando decides con la persona y no por ella, se implica más. Se siente escuchada.”

Pero también se reconocieron barreras invisibles: el hábito de decidir “por su bien”, la presión institucional, el lenguaje técnico que invalida sin querer. “Nos falta escuchar más y decidir menos”, dijo otra voz del grupo.

¿Estamos preparados para el cambio?

Más del 87% de los profesionales reconoció que su formación en derechos humanos es insuficiente o parcial. Las universidades no abordan el tema con la profundidad necesaria, y la formación en el puesto de trabajo suele ser limitada o voluntaria.

La demanda es clara: formaciones prácticas, con casos reales, dilemas éticos y una mirada transversal. Y que estas formaciones lleguen también a quienes toman decisiones institucionales. Porque los derechos no se garantizan solo desde la base, sino desde la estructura.

Escuchar para transformar

La riqueza del focus group no estuvo solo en lo que se dijo, sino en cómo se dijo: con honestidad, conciencia crítica y ganas de mejorar. Las voces recogidas muestran un campo profesional en evolución, dispuesto a revisar sus prácticas y abrirse a nuevas formas de trabajar. Pero también cansado de promesas sin recursos y de discursos que no aterrizan.

Construir desde la práctica: el camino hacia una salud mental con derechos

Las voces recogidas en este focus group no solo evidencian los desafíos, sino también el potencial transformador que existe en la práctica profesional. Hay conciencia, hay compromiso, y hay una voluntad clara de avanzar hacia modelos de atención más respetuosos, inclusivos y centrados en la persona. ISEM4RIGHTS no pretende ofrecer respuestas cerradas, sino abrir espacios de reflexión y acción. Porque garantizar los derechos humanos en salud mental no es solo una cuestión legal o técnica: es una apuesta ética, política y colectiva. El cambio no será inmediato, pero ya está en marcha. Y empieza por reconocer que cada decisión, cada gesto, cada escucha, puede ser una oportunidad para dignificar. Para construir una salud mental que no excluya, que no infantilice, que no silencie. Una salud mental que reconozca, respete y promueva los derechos de todas las personas. Porque ese es el horizonte. Y cada paso cuenta.